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(Publicado en el períodico Workers Wold [Mundo Obrero] el 8 de diciembre de 2005.)
El juicio de Saddam Hussein
Por Sara Flounders
Mundo Obrero / Workers World
El movimiento en contra de la guerra tiene que rechazar la ‘justicia’ colonial.
El juicio de Saddam Hussein, que comenzó con mucha publicidad internacionalmente, es un intento desesperado para justificar y prestar algo de legitimidad a la criminal invasión y ocupación de Irak. Es un intento por desmoralizar y dividir la resistencia a la ocupación. No tiene nada que ver con la justicia o la verdad.
Todas las fuerzas que internacionalmente se han opuesto a la guerra que por 15 años ha librado EE.UU. contra Irak –la cual ha incluido sanciones causantes de hambruna, bombardeos e invasión, también deben oponerse a todos los esfuerzos para justificar la ocupación, incluyendo el actual juicio del ex mandatario de Irak y siete miembros de su gobierno.
No importa la variedad de perspectivas políticas sobre el carácter del gobierno de Saddam Hussein, lo que es esencial es oponerse a esta justificación de los EE.UU. para la guerra. Guardar silencio sobre esta cuestión significa prestar credibilidad a la falsa corte creada por los EE.UU. en el gigantesco centro de comando de los EE.UU. conocido como la Zona Verde.
El gobierno de los EE.UU. no tiene ningún derecho a mantener ni siquiera un solo soldado en Irak. No tiene el derecho a bombardear, imponer sanciones o forzar a que la gente de Irak pase hambruna. No tiene el derecho a imponer un gobierno colonial o a establecer cortes en Irak. No tiene el derecho a decidir el destino de Saddam Hussein así como no tiene el derecho a controlar el petróleo y los demás recursos naturales de Irak.
La detención de Saddam Hussein y los otros acusados, al igual que la de decenas de miles de otros iraquíes, está totalmente basada en una guerra criminal e ilegal de agresión.
El Tribunal Especial Iraquí y el juicio de Saddam Hussein también son violaciones al derecho internacional. La Convención de Ginebra, de la cual los EE.UU. son firmantes, explícitamente prohíbe que un poder ocupante cree cortes. Además, el juicio en si, junto al aislamiento de los acusados, la prohibición del derecho a visitas y la privación de los derechos legales, viola la Convención Internacional sobre los Derechos Políticos y Civiles.
Los abogados defensores que se han presentado han sido amenazados e intimidados. Dos abogados defensores, miembros del equipo de defensa, han sido asesinados.
Hoy en Irak no hay sistema judicial. No hay códigos, ni leyes, ni cortes. Aún no hay un acuerdo sobre una constitución. La estructura completa del estado iraquí fue destruida. En su lugar sólo queda la forma más brutal de dominación militar.
El Tribunal Especial Iraquí ha sido ilegítimo desde su formación. Es la creación de L. Paul Bremen III de los EE.UU., el ex jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición –el poder ilegal de ocupación. Bremen inicialmente nombró a Salem Chalabi, el sobrino del Primer Ministro Suplente de Irak, Ahmad Chalabi, a que organizara y encabezara la corte.
Chalabi había regresado a Irak desde su exilio con la ayuda de tanquetas de los EE.UU. en abril del 2003. Abrió un despacho de abogados para hacer un anteproyecto de nuevas leyes que abrieran a Irak al capital extranjero, en colaboración con el despacho de abogados de Douglas Feith, un beneficiario de la guerra e ideólogo de la pandilla de Bush, Cheney, Rumsfeld y arquitecto principal de la guerra.
Bremen también nombró a los jueces del tribunal. El financiamiento y el personal están controlados totalmente por las fuerzas militares de los EE.UU.. El Congreso de los EE.UU. ha apropiado $128 millones para pagar por el funcionamiento de la corte. Por supuesto, la corte no tiene ninguna jurisdicción sobre los crímenes cometidos por las fuerzas militares de los EE.UU. durante la invasión y la ocupación.
El papel de la satanización
El juicio que ahora está en proceso es parte del esfuerzo sostenido de los EE.UU. por totalmente satanizar a Saddam Hussein. Esto ha sido parte esencial de la guerra de 15 años contra Irak.
La propaganda estadounidense incesantemente ha descrito a Hussein como un maníaco malévolo, un dictador brutal y una amenaza a todo el planeta, que estaba listo para atacar con armas nucleares, químicas o biológicas en pocos minutos. Fue acusado de jugar un papel en el ataque del 11 de septiembre y estar colaborando con al-Queda.
Tanto los republicanos como los demócratas sabían que esto era un fraude. Las bombas de los EE.UU. habían destruido totalmente la capacidad industrial de Irak. Pero ningún político fue capaz de cuestionar la satanización.
Todas las guerras de los EE.UU. contra pueblos y naciones oprimidas han comenzado saturando completamente a la población civil con propagandas de guerra que satanizaban tanto al líder de la población que cualquier crimen era entonces tratado como algo aceptable y fuera de cuestionamiento. Esto ha sido la realidad desde las guerras contra las poblaciones indígenas y la satanización de Sitting Bull, Crazy Horse, Jerónimo y muchos otros líderes indígenas, hasta los líderes de todas las luchas progresistas y revolucionarias durante los últimos 50 años.
No importa cuán comprometido esté el líder con la no violencia. Consideremos el caso del ex sacerdote secuestrado, el Presidente Jean-Bertrand Aristide de Haití, que fue acusado de corrupción, narcotráfico y violencia pandillera. Hoy, el Presidente Hugo Chávez de Venezuela y el Presidente Mahmoud Ahmadinejad de Irán están descritos cada vez más como si fueran maníacos, dictadores y el mal encarnado.
Desde la época del Imperio Romano, la justicia practicada por el vencedor ha significado la humillación, degradación y el aislamiento del líder vencido para así establecer un orden nuevo. De este modo se oculta la brutalidad de la abrumadora agresión y da legitimidad a los nuevos soberanos.
Los procesos de Denmark Vesey y Nat Turner en el Sur de los EE.UU. durante el período anterior a la guerra civil fueron, para los dueños de esclavos, la manera de esconder la violencia y brutalidad degradante de la esclavitud como derechos de propiedad "otorgados por Dios". El secuestro y el proceso del presidente de Yugoslavia Slobodan Milosevic después del bombardeo estadounidense/NATO de Yugoslavia que duró 78 días, y en que cientos de personas murieron, fue un caso similar de justicia del triunfador.
Estados Unidos y las Armas de Destrucción Masiva
Mientras Estados Unidos convierte a Saddam Hussein en un demonio, debe recordarse que el Pentágono ha usado armas de destrucción masiva, no solo en Irak sino en contra de otras innumerables poblaciones indefensas, desde Corea y las Islas Filipinas, hasta Vietnam, Laos, Camboya, Nicaragua, Granada, Libia, Líbano y Yugoslavia.
Es el aparato militar estadounidense el que debe ser enjuiciado por haber usado las armas más horrendas, desde bombas nucleares a napalm, pasando por fósforo blanco, armas contra-personales, las llamadas bunker busters (armas de penetración), y armas radioactivas de uranio reducido.
En Irak, la destrucción civil intencionada fue calculada, fotografiada, y estudiada. La infraestructura fue deliberadamente convertida en objetivo militar. Los depósitos de agua, los sistemas de alcantarillado y saneamiento, las estaciones de cloro y los surtidores de agua fueron bombardeados. Redes eléctricas y de comunicaciones fueron destruidas. La producción de alimentos fue un objetivo militar, desde la irrigación, fertilizantes y pesticidas, hasta el procesamiento, refrigeración y almacenamiento. En el bombardeo de 1991 más de 150,000 iraquíes murieron, comparado con 156 soldados estadounidenses muertos.
Año tras año, las delegaciones internacionales que fueron a Irak, incluyendo muchas organizadas por el Centro de Acción Internacional encabezadas por el ex fiscal general estadounidense Ramsey Clark, han informado sobre el impacto del bombardeo de 1991 y los años de sanciones de la ONU impuestas por los Estados Unidos. Las sanciones crearon una hambruna artificial. Las importaciones de alimentos, medicinas y materiales necesarios para la vida civil eran negadas.
Según cálculos de la misma ONU, más de 1,5 millones de iraquíes murieron de enfermedades prevenibles. Medio millón de niñ@s menores de 5 años murió entre 1991 a 1996. Tanto las sanciones como el bombardeo, que comenzaron bajo George H.W. Bush, continuaron a lo largo de los ocho años de la administración de Clinton. El bombardeo estadounidense continuó a un promedio de 25 incursiones al día por 12 años.
Clark, fundador del Centro de Acción Internacional, y como asesor legal de Saddam Hussein, ha desafiado valientemente la ilegitimidad y la ilegalidad del Tribunal Especial Iraquí.
Como abogado internacional de derechos humanos, su posición es totalmente consistente con sus 15 años de oposición a la guerra estadounidense en Irak -- desde su visita a Irak en 1991 cuando Estados Unidos bombardeó cada 30 segundos por 42 días, a lo largo de los 12 años de sanciones, hasta su oposición a la invasión del 2003. Es consistente con su oposición ética a otras guerras e intervenciones estadounidenses en Vietnam, Nicaragua, Granada, Irán, Libia, Líbano, Panamá y Yugoslavia.
Oponerse a la satanización (de Saddam Hussein) es parte de la oposición a la guerra estadounidense y su aparato de propaganda.
El objetivo político y militar es la soberanía iraquí
Los agentes del imperialismo estadounidense han establecido dictaduras brutales y corruptas y han financiado gobiernos militares desde una parte del mundo al otro -- desde Indonesia, hasta Chile y el Congo.
Su problema con Saddam Hussein no es que fuera un dictador. Es que él se negó a rendir la soberanía de Irak. Él rehusó dar a las corporaciones estadounidenses control sobre el petróleo iraquí, el cual había sido nacionalizado desde los años 60. Para los imperialistas, el peor crimen fue que él rechazó someterse al Nuevo Orden Mundial.
Son Bush, Cheney, Rumsfeld y Blair quienes deben estar encausados por sus crímenes de guerra y sus crímenes contra la humanidad.
El movimiento global que se opone a la ocupación estadounidense de Irak debe considerar en serio su responsabilidad de oponerse a cada aspecto de la guerra estadounidense – especialmente a las cortes falsas y las elecciones montadas que tratan de legitimar y legalizar esta piratería.
Implícita en el llamado de regresar las tropas ahora es la demanda de detener todo el brutal proceso de recolonización. Esto quiere decir la cancelación de los contratos de las corporaciones estadounidenses que han privatizado y saqueado los recursos iraquíes, la clausura de cientos de bases estadounidenses y los miles de puntos de inspección, la cancelación de las misiones de "buscar y destruir" y la clausura de las prisiones secretas donde miles y miles de iraquíes están siendo torturados y humillados.
Y la clausura de las cortes ilegales creadas por los Estados Unidos.
Sara Flounders es co-directora del Centro de Acción Internacional. Ha redactado cinco libros sobre Irak y ha coordinado varias delegaciones, encabezadas por Ramsey Clark, que han visitado Irak para desafiar el bombardeo y las sanciones estadounidenses.
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